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Un pasajero del avión que cubría la ruta Guanajuato-Tijuana intentó secuestrarlo el pasado domingo para desviar su recorrido hacia Estados Unidos. Sometió a una azafata amenazándola supuestamente con un bolígrafo o pluma o lo que sea que se usa para escribir. Afortunadamente, lo redujeron y el avión aterrizó de emergencia en Guadalajara, donde el hombre quedó arrestado. Uno de los viajeros contribuyó a pacificar al violento, que aseguraba haber recibido amenazas de muerte si pisaba Tijuana.
A la espera de saber detalles sobre el incidente, surgen las preguntas. ¿Acaso no le quitaron el perfume de más de 100 mililitros que llevaba? ¿No le revisaron las botas antes de entrar? ¿Es que no detectaron que llevaba dos encendedores en lugar de uno? ¿O era su esposa la que llevaba el segundo encendedor? ¿Por qué le permitieron subir con la pasta dentífrica que también era más voluminosa de lo establecido? ¿Es que no vieron que no había separado su computadora del resto del equipaje? Consientan estas preguntas humorísticas para abordar las majaderías a las que son sometidos los millones de pasajeros que cruzan el espacio aéreo cada día de cada año desde que se implementaron medidas de seguridad extraordinarias después del atentado contra las torres gemelas de Nueva York y otros altercados en el Reino Unido. Y todo para no evitar nada.
Para amenazar a alguien basta con una pluma, como queda demostrado. Si no se dispone de ella puede utilizarse la patilla de unas gafas, por ejemplo. O un lapicerito digital de esos. O vete a saber cuántas cosas más pueden poner en riesgo la vida de una persona en manos de un perturbado. Unas manos poderosas alrededor del cuello de un bebé pone en jaque a la tripulación entera. Y sin ánimo de dar pistas, muchas atrocidades pueden hacerse con un tenedor de plástico. El incidente en México no fue a mayores, felizmente, pero de haber ocurrido una desgracia quizá se estarían diseñando nuevas restricciones para volar, como prohibir los bolígrafos o incluso las gafas. De todas las memeces que se cometen en el mundo en pro de la palabra mágica, seguridad, los aeropuertos y aviones concentran una buena parte.
“Se recuerda a los pasajeros que está prohibido fumar en el cuarto de baño por cuestiones de seguridad”, se oye por megafonía. Hombre, no será por seguridad, será por salud o por incomodidad de los tripulantes. Si fuera por seguridad cabe inferir que las naves han estado durante décadas surcando los cielos sin la protección debida, porque entonces se fumaba. Por seguridad, el personal comunica cómo colocarse el chaleco salvavidas o las mascarillas que caen del techo, y señalan las rutas para evacuar la nave, pero mientras eso ocurre, decenas de pasajeros están con los auriculares puestos en otra onda o directamente, dormidos. O embebidos en la telenovela de su celular.
Toneladas de botellas de agua, de perfume y cuántas otras cosas inofensivas se tiran a la basura cada día en aras de la seguridad. El viajero parece un delincuente, sometido a escáneres y toqueteos mientras en las bodegas del avión siguen viajando productos prohibidos, ya sean drogas o marfil o armas. La seguridad completa no existe ni existirá nunca, como ha demostrado un hombre con una pluma, si es que la llevaba, como han contado otros viajeros que estaban en ese avión mexicano. Pero cuántos millones se habrán invertido en implementar estas medidas y qué empresas habrán sido las beneficiadas. Los viajeros solo han sufrido molestias y retrasos. Cuatro horas para estar en un aeropuerto y una para viajar. Así es de idiota el asunto.
Y no tiene visos de cambiar porque la palabra seguridad es una de las mentiras de nuestro tiempo. Todo es por la seguridad de la familia, de los hijos, de la jubilación, de usted mismo cuando sale a pasear por la ciudad, pero lo cierto es que la gran seguridad, la que impide que te den un tiro por la calle, que se caiga una maceta sobre tu cabeza o que te devore un perro peligroso nunca está garantizada. Tampoco en los vuelos, así que mejor sería que dejaran de maltratar a los viajeros con estupideces y de insultar su inteligencia.